Una noche de cine con Trueba

Siempre buscamos disfrutar del talento al natural. Más allá de polémicas, el último Cooltural Plan fue protagonizado por una de las personas que más ha contribuido a difundir la cultura española. Citamos a Fernando Trueba en El Principito, un espacio espectacular en un edificio de 1920 situado en pleno centro de Madrid: antes fue teatro, cabaret, también fue el mítico cine Bogart… y ahora es la sede de la Fundación Dancing for the Millennium Goals y de la Asociación Cultural El Principito. Pero antes de la charla, tocaba calentar la voz… El plan arrancó en la platea y el ambiente se animaba por momentos. Hablar de cine siempre promete. Tras un aperitivo y un gintonic, unos, y un cava, otros, bajamos al antiguo patio de butacas. Era hora de abrir el telón.  

Decía Goethe que el único hombre que no se equivoca es aquel que nunca hace nada. Si es así Fernando Trueba tendría margen para equivocarse; se puede decir que ha hecho de todo (o casi). Su faceta más notoria, la cinematográfica, le ha consagrado como uno de los pocos directores españoles con un Oscar y uno de los más premiados en la historia de los Goya; pero mucha gente desconoce su faceta como productor musical: con su sello Calle 54 Records ha ganado 7 Grammys, y ha hecho posible discos que residen ya en nuestro memento musical, como Lágrimas negras, donde la voz flamenca del Cigala se fusionó por vez primera con el piano latino de Bebo Valdés.

Trueba, con ese tono tan suyo entre serio y socarrón, reconoce que siempre se ha guiado por la desobediencia y el placer. Se declara un espíritu insumiso, aunque es consciente de que no debería presumir de ello. Pero fue hijo de su tiempo. Nació en un ambiente autoritario… El colegio, la familia,  la calle, le hicieron desarrollar ese espíritu de contradicción en defensa propia de no querer obedecer ordenes.

Habla de su padre con ternura indisimulada. “Era un tío muy salao… Muy de derechas, muy conservador, muy religioso… pero muy gracioso, muy divertido y muy cariñoso. Tenía un poquito de todo”, recuerda.  Viene de una familia de ocho hermanos. Nos cuenta que él y su hermano David (escritor y cineasta) eran los payasos de la familia. Estaban siempre diciendo tonterías para hacer reír a los demás.

La primera vez que dijo algo en serio fue cuando anunció que quería dedicarse al cine. Lo dijo en una de esas cenas en las que estaba toda la familia alrededor de la mesa. Llevaba días pensando en cómo dar la noticia. En esa época había que estudiar Medicina, Derecho… (cosas serías, no tonterías). Sobre todo en una casa como la suya donde los padres eran trabajadores y se sacrificaban y lo daban todo para que fueras a la universidad. Cuando dijo que quería dedicarse al cine, su padre lo tomó como una estupidez más de las suyas. Ni contestó y siguieron cenando. Recuerda luego entre risas que, tras triunfar con Opera prima, su padre le dijo una frase maravillosa: “Bueno, ya has hecho lo que querías. Ahora buscarás un trabajo normal,¿no?”.

Cuando soñaba con hacer cine, nunca pensó que podría dedicarse a ello. Le parecía fuera de su alcance. Pero la suerte acompañó y años después se encontraría en Los Angeles comiendo con su idolatrado Billy Wilder (se escapaba a verle cada vez que tenía la mínima oportunidad) conversando y riendo con él sobre los últimos estrenos.

Tampoco pensó que haría nunca películas de época y sin embargo El año de las Luces o Belle Èpoque forman parte de la educación sentimental de muchos de nosotros. Tras la primera, descubrió que le gustaba mucho este género. Que al hacer una película de época quitabas todo lo accesorio y te concentrabas en lo esencial de las historias.

Acaba de estrenar La reina de España.  Entre La niña de tus ojos y ésta hay 18 años. “Fue muy bonito el reencuentro de la gente. Ver el entusiasmo de todos cuando les hablé de la idea. Fue clave que todos reaccionaran con las mismas ganas. Si no probablemente nunca hubiera escrito la película. Una película es un trabajo muy duro. Muy intenso. Mucha responsabilidad. Muy costoso. Y en el que a veces se sufre mucho. Pero lo habíamos pasado bien porque a todo el mundo le gustaba la película que estábamos haciendo, había una fe en el proyecto común y a la vez el grupo humano era fascinante (Loles León, la Sardá, Jorge Sanz…)». Algunas ausencias en esta película, como la de Rafael Azcona, le quiebran la voz al recordar.

Se le hace la pregunta del millón, sobre la que se ha montado en torno a la peli. Su tono al responder me hace recordar lo que dice Santiago Segura de él, que es Grouchiano pero la gente lo toma en serio. No tiene móvil ni redes sociales. Quizá eso explique también un cierto punto naif en cuanto a no prever la reacción que sus palabras podrían ocasionar en un mundo mediatizado que no perdona una. “Si dices que es una manipulación, te acusan de que “eh encima somos nosotros los que manipulamos”; si dices que no, que es que creo que no lo han entendido bien, “ah, que somos tontos…. Eso me lo cuentan. No lo leo pero me lo cuentan”. Al final, sentencia: “Quizá he tenido mucha suerte en algunas cosas. Me lo he pasado muy bien. Me he reído mucho. He conocido gente estupenda. Posiblemente esto sea algo que yo tenga que pagar por habérmelo pasado tan bien. Por haberme reído tanto. Y la vida me ha dicho, te has reído de más chavalón. Te vas a quedar con la risa congelada”.

Su idea de lo que es el arte coincide con la de Schiller: “La obra de arte te tiene que abrazar y llevarte a otro lugar”. “Al hacer una comedia intentas hacer una labor de amor y de amistad al público que es un ente abstracto, de personas que no conoces pero que tratas como si fueran amigos tuyos. Quieres que la gente sea feliz mientras ve la película. Y que se ría. Y que se le olvide cualquier problema que tengan por un rato“. Habla, con cierta añoranza, de esas grandes salas, como el Cine Rex, y de otros tiempos donde ni siquiera podían escucharse los diálogos de las carcajadas del público viendo películas de Buster Keaton, Chaplin o de los hermanos Marx.

Se le entremezclan la vida con la música, y la vida con el cine. Artistas, amigos, compañeros de trabajo… Le debemos la resurrección artística de Bebo Valdés cuando algunos le daban por muerto, a los setenta y tantos años. Tuvo un tercer acto gracia a Calle 54, Calle del sabor,  y luego Lágrimas Negras, y hasta puso música a su premiada película de animación Chico y Rita, que hizo con Javier Mariscal y que fue nominada al Oscar.

Escuchamos boquiabiertos sus historias y sus anécdotas, sabiéndonos privilegiados y agradecidos por su generosidad al compartir fragmentos de historia reservada a aquellos que ven realizados sus sueños. Antes de marcharse le pedimos que nos diga cuál ha sido la película de su vida y apuntamos una lista larga que demuestra su enorme influencia del cine francés, Truffaut, Bresson, Renoir, y del cine americano clásico, Buster Keaton, Billy Wilder, John Ford… Acaba recomendándonos El hombre tranquilo. Un buen título para describirle.

Agradecimientos: 

En esta cita, el sabor gastro lo pusieron el catering Paniagua, los gintonics de ginebra Pitman y el cava Royal Carlton.

Agradecimiento especial a la Fundación Dancing for the Millennium Goals, a Cesar Suárez y a Auara.

Descansamos por navidad y volvemos en enero. Os deseamos una feliz navidad y un feliz año nuevo. No te pierdas los planazos que tenemos preparados para la próxima temporada…

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