Una tarde de cine con Raúl Arévalo

Llega al encuentro con su mochila y un gripazo que se ha ganado a pulso de agotamiento y jet lag. Es el precio del éxito. Su opera prima como director, Tarde para la ira, ha sido seleccionada (y alabada) en festivales tan prestigiosos como el de Venecia o Toronto, y lleva más de un mes de entrevistas y promoción. Raúl Arévalo no se comporta como un actor famoso. Parece más bien el típico genio distraído. 

 

Hablamos con él de esta experiencia, “y de todo lo que me queráis preguntar, eh, ¡que no hago más que hablar de mi película!”. La cita es en Plató Cenital, un estudio de fotografía que, esa tarde, cobra aire de set cinematográfico. Ha tardado ocho años en conseguir estrenar su película, en la que cuenta con actores de primera línea, como Antonio de la Torre, Luis Callejo o Ruth Diaz -algunos incluso han bajado su caché para trabajar con él-. Escribió el guión al alimón con su amigo David Pulido, que es psicólogo, lo cual explica la complejidad de sus personajes. “La idea y la ambición de la peli es que puedas empatizar con los personajes. Sin que hubiera buenos ni malos. Y a la vez que los juzgas, puedas entender el conflicto que tienen. La fantasía de venganza, en mayor o menor medida, la podemos entender todos“, nos cuenta. El camino estos ocho años no ha sido fácil. “Otro actor que se mete a dirigir“… Esa era la reacción que se encontraba cuando contaba su intención de ponerse tras la cámara. “Me quedaba un poco rayado pero luego recordaba lo que decía Fernán Gómez: A todo el mundo le extraña que un actor quiera dirigir, pero a nadie le parece raro que un don nadie quiera hacerlo“, cuenta. “Un actor no es un fontanero, participa en todo el proceso creativo de la película. ¿A alguien le choca que un entrenador de fútbol haya sido antes jugador?“.

Raúl es cercano y directo, un poco tímido al principio, pero se va soltando y es un tío muy divertido. Así, nos enteramos de que en realidad siempre quiso dirigir antes que actuar. Con diez años hacía cortos con la cámara doméstica de su padre. Con 17 años vino lo de actor. Empezó a prepararse con Cristina Rota y, tras su primera experiencia, en la Catarsis del Tomatazo, descubrió que era “la primera vez en mi vida que ligaba“… se ríe. Admira el cine francés y su cine español de referencia se remonta a los 70 y 80, cuando “Saura, Berlanga o Almodóvar hacían un trabajo muy valorado fuera porque representaba nuestro país. Ahora hay un cierto miedo a perder dinero por parte de los productores, miedo a contar determinadas historias”.

¿Cómo funciona eso de la industria?, le pregunta alguien del público. Él ha tardado ocho años desde que empezó a escribir el guión hasta el estreno. “Por muy pequeña que sea la película cuesta mucho dinero, y por mucho que conozcas a un productor o a un ejecutivo de televisión, no te lo dan por tu cara bonita. Yo llegaba a las televisiones a pedir financiación y ellos me pedían caras televisivas, gente guapa, tías buenas… Les parecía poco comercial“. Pero al final logró hacer su historia con total libertad. Bueno, toda la libertad que le permitía su madre -que tiene un pequeño papel en la peli junto a su tía- cuando aparecía por el rodaje… “Raúl, qué camisa llevas hoy, pero no tienes otra que ponerte, hijo?, me decía. Y yo, ¡mamá, por favor!…“.

Nos confesó que en el set había descubierto un perfil desconocido de sí mismo: “En la vida soy un inmaduro. Me llega una carta del banco y ya me agobio. Ese tipo de cosas me generan tensión y huyo. Curiosamente, dirigiendo, bajo presión y coordinando a un equipo de 80 personas, funcionaba genial. Me movía bien ejerciendo un poder que en el día a día no soy capaz. A ver si ahora puedo aplicarlo a mi vida“. Le preguntan si ya va a dedicarse solo a dirigir y cuenta que tiene una idea para otra peli -también junto a su coguionista David Pulido-, pero que de momento “seguiré trabajando como actor“. Con eso se gana la vida. Le sirve además para formarse. “Muchos directores noveles salen de la escuela y ya quieren ser Spielberg. Luego la realidad del rodaje es otra. Para mí el set ha sido más casa que mi propia casa. A veces para mal, porque también me ha llevado a separarme de alguna novia“.

En ese set, por cierto, también hay lugar para sorpresas… “Durante el rodaje de la peli, había una escena en la que buscaba que Antonio de la Torre, el protagonista, tuviera cara de ira contenida. Cogí un chile habanero y le puse una cucharada entera en la boca sin avisarle… Claqueta. Acción… Parecía que quedaba bien pero cuando lo vi en la sala de montaje, estaba tan rojo y era tan exagerado que lo tuve que cortar porque parecía un efecto hecho por ordenador“. Lo que le soltó Antonio por la boca cuando se dio cuenta también debió de ser fuego…

La conversación está cada vez más animada. Hablamos de festivales, como hace poco en el de Venecia, cuando su productora quiso hacerse una foto con Colin Firth y, de cerca, descubrieron que está tan operado que parecía una señora mayor; hablamos de los Goya: “Si la gala en la tele es aburrida, allí más. Los yanquis tienen sentido del espectáculo. Nosotros nos ponemos nerviosos, nos acordamos de nuestra madre…”. Y hablamos de Antonio de la Torre, su íntimo amigo: “Es muy simpático. Y muy pesado. ¡Si llega a venir, no me hubiera dejado hablar ni cinco minutos!“. Incluso hablamos de la noticia cinematográfica del momento: “La gente que conozco que ha conocido a Brad Pitt dice que es un tío maravilloso, pero ella…“.Pasa el tiempo y es hora de gritar ¡corteeen! Pero nos hubiéramos quedado charlando con Raúl toda la noche. Hasta su próxima peli.

Esta vez el Punto Gastro lo pusieron: Domingo Vermut (Medalla de Oro en 2016 en San Francisco World Spirits Competition) , así como las deliciosas Conservas Frinsa y  patatas fritas Bonilla a la Vista venidas directamente de tierras gallegas que hicieron un tandem irresistible.

Con la colaboración especial de Auara, el agua con valores.

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