10 COSAS QUE APRENDIMOS CON JUAN TALLÓN
10 cosas que aprendimos con Juan Tallón en Cooltural Plans. Nos citamos en la Galería Marlborough con el autor de Obra maestra (Anagrama), el libro que trata uno de los grandes enigmas del arte de las últimas décadas: la desaparición de la escultura de 38 toneladas de Richard Serra del Museo Reina Sofía. Hablamos de arte contemporáneo, del oficio de escritor, de hacer reír o llorar, y de bares…
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Después de estudiar Filosofía, quiso ser profesor (le duró 15 días), decidió escribir una novela y terminó siendo periodista. Su madre le decía que era “como la bolsa de plástico de American Beauty: no podía aspirar a más que a ser mecido por el viento, a no tener una vida estable ni segura”. Tallón no se lo tomó a mal: “He aprendido a disfrutar del vértigo, de no tocar el suelo, de ser una bolsa de plástico. Una bolsa de plástico no es nada, pero no se acaba nunca. ¡Yo quiero ser plástico! No te garantiza la eternidad, pero sí los milenios. Como la Filosofía: después de 3000 años, nos seguimos preguntando para qué sirve”.
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Sobre cómo surgió la idea de Obra maestra… “Siempre me invento esta respuesta. Pero he llegado a creérmela, y ahora creo que es lo que pasó. Porque la verdad también se inventa. En la primavera de 2009 visito el Reina Sofía, y me constaba el escándalo de 2006 de la pérdida de la escultura. Pasa el tiempo y lo olvido, aunque está depositado en mi cabeza, como tantas otras cosas. Yo vivía al margen de esa historia y cuando visito el museo con mi amigo César Aira descubrimos una exposición de 80 figuras orientales, que no tenían pies pero sí una sonrisa inquietante. Parecía que se reían haciendo ji, ji, ji, que es una risa con malicia. César se puso nervioso y dijo que nos fuéramos porque íbamos a acabar siendo nosotros también figuras orientales, que es lo que le había pasado a muchos de los que habían ido allí. Echa a correr. Y es como cuando un amigo hace un sinpa: tú tienes que correr también. Así llegamos a la sala 102: la escultura que no está, le cuento la historia y nos vamos a comer”…
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Conclusión de lo anterior: “Las ideas no nacen un día en un minuto, como las personas: están ahí incubándose, y un día te das cuenta de que la idea está ahí, pero estabas despistado”.
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La novela se construye a través de 70 voces, hay personas reales con nombres y apellidos: “ La idea de pedir permiso a alguien para poner en su boca cosas que quizá no ha dicho me parecía inconcebible. Un creador no pide permiso: va a la cárcel o se va a la ruina, pero asume su decisión con soberbia”.
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La réplica de la obra expuesta en el Reina Sofía, ¿estafa o arte?… “Hay que entender cómo trabaja Richard Serra. Él tiene una idea y trabaja sobre ella: toma una forma concreta, un volumen, tiene un peso y conlleva una toma de decisiones. Escoge el material, y después dice: Háganla. Él no ejecuta la obra. La obra de arte es una idea, que debe cobrar forma”. Y prosigue: “Serra ha ejecutado igual la primera escultura que la segunda. El poder creador está en la idea. Lo que hoy disfrutamos es una copia con carácter original; a mí no me inquieta, no me desconcierta. Esto es arte contemporáneo. El valor artístico es el mismo que el original, siempre que el original no aparezca. Porque entonces caería, pero a nivel de mercado. Una obra de arte es valiosa, además de por el virtuosismo y el talento que hay detrás, porque es única. Y si hay dos, ¿qué vale eso? Nada”.
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“En literatura, es más fácil hacer llorar que reír, aunque es difícil lograrlo sin recurrir al patetismo. Hacer reír es complejo. Es cierto que en mi caso forma parte de mi naturaleza. No es que mi obra literaria esté plagada de momentos hilarantes, es que están en mi vida. He vivido no tomándome demasiado en serio, siendo serio, porque se puede estar en el mundo con esta actitud sin rebasar límites”.
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“Un libro difícil es un libro no de lectura difícil, pero sí que se enfrenta a ti, y que te provoca la necesidad de enfrentarte a él. Te deja una marca, aunque pase el tiempo y quizá no recuerdes el argumento”. ¿Los suyos? Los detectives salvajes, de Bolaños; Mientras agonizo, de Faulkner; la biografía The private war of J.D. Salinger, editada por Seix Barral…
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Cuando le escribía los discursos al ministro de Justicia socialista Francisco Caamaño… “Un escritor tiene que caer muy bajo a veces, para después generar la ficción de que sube y tiene éxito. Yo me he ganado la vida de muchas maneras, y escribir discursos para ese ministro embellece mi trayectoria. Era alguien con una cabeza privilegiada. No fue un trabajo aburrido: me daban materiales fiscales y de juicios, y ya sabes cómo escribe esa gente. Mi cometido era darle a eso un sentido, un ritmo, una armonía; no digo belleza porque eso sería demasiado. Lo mejor es que el ministro nunca leyó mis discursos. Les echaba un ojo y luego decía lo que le daba la gana”.
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Ahora viene la confesión… “Toqué fondo cuando escribí un programa electoral. Y encima hundí al candidato. Bueno, se hundió él solo, pero digamos que yo no ayudé demasiado”.
10/
“Un escritor no tiene que saber escribir, sino desescribir, desprenderse”.
Y el extra: Reconoce que hablar de bares le produce “hartazgo”, tras convertirse en el intelectual de la materia al publicar Mientras haya bares. Pero nos deja dos consejos nada desdeñables: “No dejéis de salir. Es como la historia de Brad Pitt en Valladolid: la chica que salió un martes y acabó acostándose con él. Siempre hay que salir por si acaso. Es una gran lección de vida”. Y si vamos a Ourense, ir al Bar Pepinillo, su favorito.
Gracias a Galería Marloborough por invitarnos a celebrar este plan rodeados del mejor arte contemporáneo y a Descorchify por multiplicar el disfrute con su increíble selección de vinos.
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